Según Aristóteles, la finalidad del Estado se centra en alcanzar el bien común. Es así, que todo funcionario público que trabaja en el Estado debería saber que la razón de ser de la gestión pública es servir a las personas. Las instituciones públicas que forman parte del Estado deben enfocarse en brindar servicios que mejoren la vida de la gente y hacer que todos sus recursos se destinen a este propósito.
Conociendo esta definición, centraremos este artículo en una pieza clave de cara al ciudadano: la comunicación institucional. El funcionario o servidor público que asuma el liderazgo en un sector debería entender la importancia de realizar una comunicación que en primer lugar vaya orientada a resolver las necesidades de las personas para que aquello que se haga sea eficiente y trascendente a lo largo del tiempo.
En Perú, según el Reglamento de Organización y Funciones (ROF) de las instituciones públicas, son las direcciones de comunicaciones de los ministerios, las encargadas de planificar y ejecutar las estrategias comunicacionales de los sectores. Sin embargo, el trabajo suele centrarse, de forma equivocada en la imagen del líder del sector, ejecutándose tareas a corto plazo que sumen principalmente a la reputación del Gobierno.
Es muy común que, cuando la autoridad de turno asume el liderazgo se desaprovechen, probablemente por desconocimiento y falta de voluntad, las distintas herramientas que existen para interactuar con la población, con las que se podría recuperar la confianza de la gente. El trabajo primordial debería orientarse a difundir los distintos servicios que ofrece la institución al ciudadano generando mecanismos de interacción para que se sienta escuchado.
Así mismo, suele suceder que la autoridad limite la visión, opinión y función de la oficina de comunicaciones. Con este tipo de liderazgo, la labor se centraliza en la autoridad, no hay un trabajo de investigación, procesos creativos, no se elaboran productos comunicacionales o se ejecutan mayores estrategias internas y externas.
Si se dejase de mirar solamente la agenda política se podría interactuar con las personas para conocer su opinión y saber cómo mejorar nuestros productos y servicios. Por poner solamente un ejemplo, desde comunicaciones se podría impulsar la organización de un debate sobre políticas públicas y hacer que la propia población interesada sea parte de la toma de decisiones de la institución o del Gobierno. De esta forma las acciones permanecerían en el tiempo y ayudarían a mejorar los servicios del Estado.
Por ello, es relevante que las autoridades conozcan la importancia y capacidad que tienen los profesionales que integran los equipos de comunicaciones y las distintas estrategias que se pueden manejar. Del mismo modo, mediante la elaboración y aprobación de los planes de comunicación interna y externa que, deben contar con presupuesto y actividades definidas a lo largo del tiempo, se podrá garantizar que a pesar de los cambios políticos los equipos continúen enfocados en el norte de su trabajo.
Sabemos que en la actualidad lo que predomina es una comunicación que se concentra en la agenda de las autoridades política, por ello el camino hacia una comunicación en dónde el Estado tenga como eje central a las personas, probablemente no será sencillo, pero es necesario entender que, si el ciudadano es el protagonista, también se estará garantizando que los recursos económicos del Estado se invierten con eficiencia en acciones que verdaderamente trascenderán en el tiempo.
